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domingo, 8 de febrero de 2009

Una marinera tradición

A dos semanas de un pasacalle y fin fiesta
La felicidad abrumaba sus rostros, lo expresaban con una sonrisa avispada acompañada de un brillo en su mirada que atrajo la atención sincera y tierna de todos.
No ganaron en su categoría, pero se hicieron notar y sentir. Nunca supe sus nombres, sólo se me grabaron sus palabras “Mañana todos a ver la marinera, campeones” Si hay algo que resaltar del tan publicitado Concurso Nacional de Marinera, en este año 2009, fue la participación de personas especiales –doblemente especiales– no sólo por la ternura que irradian, sino, por las ganas y empeño que le ponen a las cosas. La Categoría de la Unidad se robó todo, aplausos, fotografías, aprecio, cariño, como dije; todo. Cosa impensable para la “Falsa pituquería trujillana” con “rancia y abolengo” –quizá mas rancia que otra cosa– que hasta hace algunos años discriminaba a las personas especiales. Pero… los tiempos cambian, la presión social los hizo acertar en esta ocasión. Así inició el preámbulo de la tradicional final de la fiesta de la marinera en mi tierra, Trujillo del Perú. Desde uno de los balcones del Hotel Libertador, se dejaba notar la presencia de un visitante ilustre, el españolísimamente peruano Mario Vargas Llosa, un par de políticos, toda la alta sociedad trujillana, gente de a pie, yo, y demás personas que presenciaron el vistoso corso que recorrió el jirón Independencia hasta llegar a nuestra Plaza Mayor, donde culminó. Así los asistentes, desde los mas pequeños, llorones y alegres, niñas que bailaban, heladeros que hacían su negocio, parejas, pitukos, jóvenes, ancianos, todos se mezclaban y pasaban revista a las delegaciones que iban haciendo su aparición, aplaudían al compás de las bandas, cada una, una marinera distinta para el deleite de hasta los mas insípidos con esta fiesta como yo. “Acompañemos con las palmas” decía una entusiasta señora, mayor ella que, destilaba esa esencia pura de quienes aman esta baile y lo siguen con devoción casi, casi religiosa y, como es de esperar en estos casos, contagiaba a la gente que fervorosa respondía con algarabía y emoción. En fin, este 2009 el jurado calificador se equivocó menos que el año pasado y dio como ganadores a los mejores y no a los “ganadores a dedo” como años anteriores. Para el gusto de todos mis lectores, una marinera risueña y zalamera con dulzura y espesura, sazonada y concentrada. Maniera bendición que en mi tierra es tradición.

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