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viernes, 24 de octubre de 2008

Jugando en el museo

Un rincón de nuestra señorial ciudad alberga una máquina del tiempo, ¿te sorprende? ¿Si?, ¿No?, fácilmente dirías que estoy loco o que alucino o peor aún, que me quedé traumado luego de escribir acerca de los autos a escala, pero no es así.
Ese rincón existe. Es un lugar lleno de niñez, llanto caprichoso y huele a recuerdos antiguos –Miguelito, “huele a recuerdos” –, quizá olvidados en algún espacio de nuestro cerebro.
El Museo del Juguete abrió sus puertas para mostrar el proceso evolutivo del mundo lúdico, o mejor dicho; en peruano, la historia de los juguetes o visto de otro ángulo, nos muestra el arte quizá mas antiguo: el arte de jugar.
“Este lugar de ensueño, ubicado en el segundo piso del Espacio Cultural Angelmira, tiene en su interior juguetes de todo el mundo y de todas las épocas, desde la prehispánica hasta la posguerra del siglo XX, testimonian el alma de los hombres que los crearon de adultos y que, alguna vez, imaginaron cuando niños”, nos dice el creador del video adjunto a este artículo, que por cierto hasta ahora no he podido saber quien es, por lo que pido las disculpas del caso –en realidad tengo que hacerlo, por los derechos reservados, pero bueno–
El Museo del Juguete es regentado y patrocinado por el afamado artísta plástico nacional Gerardo Chávez, quien tras restaurar por 4 largos años lo que era una casona vieja y sucia, así como las que defiende el I.N.C., logró levantar el mas llamativo de los museos en nuestra ciudad.
Al subir sus escaleras, con un poco de temor pues parecían apolilladas, logré llegar hasta la puerta de madera, adornada con una tela de blonda, parecida a la ventana del cuarto de una niña, una amable señora me recibió. Apolilladas dije?, claro, pero ahora entiendo, ese crujir de la madera empezó a llevarme a través del tiempo a mi niñez, recordaba el piso de madera regado con petróleo de la casa de mi abuela.
Con los sentidos pasmados y los ojos llenos de aventura, recorrí sus cuatro ambientes, en silencio, la alegría niña, me dejó sin voz. Una casa de muñecas, un caballito, una sala de costura, un triciclo de esos antiguos, carritos, aviones y demás accesorios que, acompañados de aquella imaginación que nos hacia hablar solitos, eran la combinación perfecta para aquellas tardes interminables de felicidad que pasábamos cuando éramos pequeños.
Es verdaderamente sorprendente encontrar los juguetes que nunca tuviste de niño, siendo un adulto, por ejemplo, quedé prendado de la colección de soldaditos de plomo, que no precisamente habían salido de un cuento, sino eran de verdad. Ordenaditos, como si fueran a la batalla por liberar nuestro sueños de niños. Ejemplares de las antiguas milicias inglesas, francesas y peruanas, con sus rifles, cañones y hasta un hospital de campaña de la época, con enfermera incluida.

Pero definitivamente el que se llevó el show fue el infaltable trencito, una réplica de exacta, a escala –sólo para recordar la palabra escala – funciona con un motor eléctrico que mueve todo, desde el vagón principal, la maquinaria de vapor, el molino de agua y de paso tus emociones.
Trato de dejar de emocionarme, pero es cierto, todos llevamos un niño dentro, ese niño que no se quedó olvidado llegados los 11 o 12 años, sino que está con nosotros, seas hombre o mujer.
Te invito a disfrutar de este espacio, visítalo, saldrás renovado, feliz, por experiencia lo digo, verás que mientras juegas a ser niño otra vez, la ropa te quedará grande, buscarás algún caramelo y te olvidarás que eres adulto.
Una vez mas, si deseas ver mas fotos del museo, visita:

miércoles, 22 de octubre de 2008

1:24 movilidad: a escala


Revisando la red, motivado por la curiosidad de ver esos pequeños carros que tanto llamaban mi atención, me encontré con una comunidad (de la cual hablaré en otra ocasión), considero la primera que agrupa a un tanto de aficionados a esta pasión, a este modo de vida, a una “pequeña” afición al automodelismo.
Luego de la visita que hiciera al museo del Juguete de nuestra ciudad, mi retina se vio realmente ocupada en la vitrina dedicada a los autos. Modelos antiguos que no llamaban mi atención ya hacia dos décadas.
No recuerdo exactamente en que momento me detuve fijamente frente a aquella vitrina, que guardaba versiones de automóviles de los años 50’s y 60’s –dijo Alex, mi amigo: “Gordo te has traumado con esos carros”– pero tuve una regresión ajena a mi, por primera vez sentí que habría la posibilidad de una vida anterior, y si la hay, quizá la tuve en esa época. Fue cuando me di cuenta que nació una afición en mí, el automodelismo.



¿una inversión? o ¿una diversión?
En setiembre de 2006, luego de terminar la tediosa universidad, como muchos sin nada más que hacer en ese tiempo, decidí gastar el dinero que no tenía. Una colección que publicitaba el diario El Comercio por la televisión, avivó mis deseos de coleccionar autos nuevos con modelos antiguos. Y así empezó.
Religiosamente todos los jueves de los meses de setiembre hasta diciembre de ese año, me esperaba con mi encarguito listo, la señora Bertha –porsiaca, vende sus diarios al costado del cuartel– muy amable ella, lista para llevarse los pocos soles que podía obtener. Eso no importaba, lo que si, es que, misio, sin ni un céntimo, pero feliz, volvía a casa con un modelo más de la colección.
Ahora los veo juntos, todos ellos “estacionados” dentro de una vitrina, quietos, esperando ser admirados, ¿buena inversión, no creen?, para divertir y entretener la retina de mis amigos.
Quizá la retina de alguno de ellos se quede fijamente mirando algún modelo y el círculo empiece de nuevo, un aficionado de estreno.

El mas querido
El más entrañable, el popular “bolocho” mi querido Escarabajo o comúnmente conocido Volkswagen, así como, los demás miembros de la familia, la estrella de los 70’s el Samba o Combi, y también, la nueva sangre, el New Beetle, versión moderna de Beetle, si, Beetle, nombre original del modelo escarabajo, acaso no lo sabían?
Así se abren paso modelos que a mitad del siglo 20 hicieran furor, el Jaguar, los famosos Meche, Porsche, las camionetas pick up, famosas por ser las todo terreno de la época, la Chevrolet y su competidora la Ford y demás modelos.
Una mística entrañable, muy extraña por cierto, rodea a estos pequeños de lujo.
Dejan una sensación de tranquilidad y paz que inquieta.
Ellos tienen secretos escondidos, tienen corazón, sienten, así como mi Volks Samba, que hoy me acompaña y fue motivo de inspiración de esta nota.

Más imágenes:


http://www.flickr.com/photos/-fre/sets/72157607295617634/

Si buscas, encuentras!!!