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domingo, 1 de febrero de 2009

El Juguetero


Flaviano González lleva casi 30 años dedicado al arte de hacer juguetes con madera. Hace Algún tiempo dejó de ejercer como ingeniero mecánico para convertirse en uno de los principales conservadores de un legado familiar que promete seguir vigente.

En las manos de Flaviano González la madera cobra vida. Como en un acto de magia, un trozo de árbol se transforma en lo que la imaginación de un niño desee. Camiones de carga, bailarinas patilargas, pájaros hiperactivos y cocodrilos verdes invaden su mesa de trabajo, esperando el toque final del maestro para que el corazón astillado empiece a latir. “Cuando tenía 5 años me gustaba ver a mi padre trabajar con la madera para luego vender sus productos en las ferias de Huancayo y Jauja. Me llamaba la atención cuánto le apasionaba esto”, recuerda Flaviano, hijo de Pablo González, célebre tallador y el máximo representante de una tradición familiar que comenzó una generación anterior a la suya.
“Tres años después me animé a aprender el oficio y, si bien al comienzo me demoraba bastante, el proceso de hacer mis propios juguetes era tan divertido como jugar con ellos. Mi favorito era un camión, al que hice una amplia tolva para poder llevar varias cosas en él”, dice acariciando con ternura una de sus creaciones recién terminadas.

Todo queda en familia
Molinos, un apacible distrito a las afueras de Jauja, fue el escenario ideal para que Flaviano desarrollara una relación cercana con la naturaleza. Las quebradas pobladas por árboles de todos los tamaños le ofrecían la materia prima para perfeccionarse en el tallado de la madera de aliso, ciprés y quinual, aprovechando sobre todo la forma de los troncos para darles mayor realismo a sus diseños. Poco a poco, el pequeño Flaviano fue haciéndose más diestro y, junto al resto del clan González, se convirtió en el receptor de la sabiduría del patriarca Pablo. “Mi padre nos enseñó todo lo que sabía. Era un hombre muy bueno y un maestro muy paciente”, dice el artesano.Hoy, sentado en su taller de San Juan de Miraflores, comparte las tareas con sus hermanos Maximiliano, Tomás y Félix, este último especializado en figuras mitológicas de gran formato. Además de ellos están sus tres hijos y, por si fuera poco, también sus sobrinos. “Toda mi familia es un gran equipo, formamos un cuerpo organizado, pero mi mano derecha es mi esposa. Ella es mi principal aliada y la que me apoya en todo”, admite el maestro y ensaya una sonrisa de satisfacción por balancear arte, familia y trabajo con el mismo equilibrio que tienen sus inquietos pajaritos de madera. Flaviano dice que pronto tendrá a su primer nieto y espera que continúe con su legado. “Si nosotros no hacemos esto, la tradición se perderá. Nuestra labor con la talla, desde el tiempo de mis abuelos, es el compromiso que tenemos con la sociedad”, asegura.

Juguetes en disputa

Una moto a pilas gira sobre sí misma. Sus movimientos son rápidos, incomprensibles, está fuera de control. Parece que se divierte más que el niño que acaba de recibirla en Navidad, el mismo que ahora la observa, sentado en el piso, esperando su oportunidad para participar en el juego. Con el tiempo los juguetes se han ido alejando del mundo íntimo infantil, volviéndose piezas de recambio que uno arroja a la basura cuando se malogran. “Esos juguetes no tienen corazón. Los míos sí, porque los hago con cariño, con mi tiempo y mis manos”, dice Flaviano y luego añade con preocupación que en la sierra el interés por el tallado está disminuyendo, ya sea por el ideal que se tiene de la cultura capitalina, o porque los padres no les enseñan a sus hijos el valor de las costumbres. Irónicamente, sucede lo contrario en Lima donde en los últimos años se ha aprendido a estimar el trabajo de Flaviano y del resto de personas dedicadas a este oficio, dándole la contra a un mercado infestado de juguetes fabricados en serie y basados en la contemplación pasiva de la tecnología. “Estoy tratando de rescatar los modelos que ya se han dejado de hacer, combinándolos con diseños contemporáneos, pero siempre manteniendo nuestro estilo”, dice.La lucha contra el plástico y los juegos de consola parece perdida, pero este artesano huancaíno no piensa darse por vencido. “Hay que comprometer a la juventud con sus raíces, eso es lo que se hace al enseñar este arte: que aprendan a sentir la madera, cómo cortarla, ponerle color y darle vida al juguete”, explica refiriéndose a los talleres que eventualmente dicta (como el que se iniciará en unas semanas en el Museo de la Cultura Peruana) y en los que enseña a los niños no sólo a construir sus propios juguetes, sino a amar la simpleza de aquella pieza única.

Combatiendo al olvido
Para González la talla no siempre es complicada sino que su grado de dificultad varía dependiendo del tamaño, los colores y el nivel de detalle que se busque alcanzar. “Algunos pueden tomarte menos de tres horas. Otros una semana. Lo que sí recomiendo es que primero se dibuje el diseño, se lleve a la práctica para ver si funciona y luego recién comenzar a darle color y pulido”, cuenta. “Trabajar con madera requiere de paciencia, imaginación y un compromiso con la naturaleza. Tres factores que muchas veces parecen perdidos en la sociedad. Ypor eso yo los llamo juguetes del olvido”, admite González, cercano a cumplir 30 años dedicados al tallado después de abandonar la profesión de Ingeniero Mecánico y mudarse a la capital. Sus planes a futuro son tener un lugar para exponer y vender sus trabajos, además de agenciarse un espacio donde mostrar cronológicamente la evolución de su arte, desde el primer hasta el último objeto que salió de sus manos. Mientras eso llega, este maestro huancaíno, calmado y amigable como sus juguetes, seguirá enseñando a las nuevas generaciones la importancia del tallado de madera y la conservación de las tradiciones en el Perú. Pero lo hará muy a su estilo, con dinamismo y amistad. Como jugando.
*Tomado del Domingo (11ene09)

1 comentario:

Renato G. dijo...

la parte que más me gustó fue la de "Juguetes en disputa" xD
No recuerdo haber tenido uno de esos juguetes... pero son definitivamente más un clásico que un mero juguete :)
Saludos!

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