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sábado, 4 de septiembre de 2021

Una Plaza llamada de "Armas"

Redacción realizada en 2008

Esta redacción no es una clase de historia, ni la explicación del porque del nombre de nuestra plaza principal. Es la historia de algunas personas que dan vida a esta parte de nuestra pequeña ciudad.

Video de agosto de 2015 (Iconía audiovisual)

Un día normal en 2008

Un Barney y un Timoteo esbozan en mí una sonrisa mientras bailan queriendo conseguir clientes para las tiendas de ropa que los contrataron. Mientras tanto, en la esquina de Pizarro y Almagro, dos señoras venden huevitos de codorniz, cambistas, una pequeña cola en una disco y gente… mucha gente. Todos ellos mientras me dirijo hacia nuestra “plaza de armas”.

La gente va, viene, vuelve a venir y nuevamente se va. Así pasan sus días muchos trujillanos –de a pie– lo que no tendría nada de raro, ni de extraño sino fuera por el día, es sábado. 
Sábado, sábadomingo, fin de semana, sinónimos de un día peculiar para los visitantes de nuestra Plaza Mayor y quizá inolvidable para las 5 parejas de matrimonios que estuvieron aquel sábado, como se sabe, tomándose fotos. Desde la señora de los cigarros, hasta los fondistas en silla de ruedas que vinieron desde Lima para participar en una maratón, se confunden entre la gente. Unos perritos a pilas me dieron un honroso recibimiento a la plaza “lleve amigo para sus niños” supongo que, con los kilos que me manejo el pata pensó que yo era casado, desde luego se equivocó. Al ver aquellas mascotas a pilas supe que nuestra Plaza Mayor, que es así como se llama, es igual de pintoresca y variopinta que las de los pueblos de nuestra zona andina. 

A pesar que aquella noche estuvo fría, sin tunos, con cómicos ambulantes, muchos zapatos sucios, porque los lustrabotas no estaban, y algo increíble, “los globudos” esos seres de voz gruesa que buscan a “Miguel” cada vez que te sientas en alguna banca y te ponen en la cara sus globos puestos en el poto y en el pecho, no estaban. No habiendo personajes pintorescos me dedique a ver los rostros de la gente, así encontré un muchacho que vende una “rica cena” ambulante, al que seguí por toda la plaza y del que hablaré luego. Pareja Nro. 01 Un auto Datsun de los 70’s embellecía la esquina de la Catedral, era toda una limosina de último modelo, quizá la mejor que ellos pudieron encontrar. Ellos, con una niña ya de 8 años y 12 años de matrimonio, acababan de jurarse delante de su fe, amor para toda la vida. Las fotos respectivas, video –con cámara casera, como la mía– posaban para el fotocamarógrafo. Con un aura de celebridad no dejaban de posar frente al auto, quizá el que los acompaña desde que eran enamorados y guarda en su interior los primeros recuerdos de su relación. 

Más gente…Hombres, mujeres, niños, ancianos, todos, unos fuman, venden, compran, otros juegan, se besa, entiendo que son felices.

Carlos es el muchacho de la "rica cena" que desafiante y dedicación busca colocar sus productos en la boca de los presentes. Un vaso descartable, lleno de café, un pan con queso mantecoso y otro con mermelada, me acompañan. ¿Desde donde vienes? Me responde "desde la av. Moche. Todas las noches me encuentras acá. Mi particularidad es que yo hago el queso, la mantequila y la mermelada que vendo con los panes". Me sentí el más afortunado de la noche. Quizá Carlos estudia durante el día, no lo sé. Lo que sí, es que son dichosos sus clientes. No se encuentra comida hecha en casa, a mano, en la calle.

¿Y el emoliente?

Imagen Perú 21

Recordaba la caminata que tuve con Jonel y Juan, mis dos entrañables amigos de la universidad, con quien luego de caminar por varios lugares de la ciudad, encontramos en esta Plaza Mayor, un emolientero a quien Jonel no dudó en pedirle un emoliente, pero helado. 
No sé si será el mismo, pero veo a una persona joven con su carrito emolientero en la esquina de Pizarro y Orbegoso. Un sol el normal y un sol con cincuenta el especial "con sábila" como lo ofrece. Calientito, con cola de caballo y una fragancia muy agradable que llamó mi atención. La panisara, para muchos desconocida, se quedaría para siempre en mi memoria olfativa. Dos vasos después era hora de seguir caminando, pero a casa.

Trujillo, es mucho más que marinera y primavera. Como toda ciudad costera y capital de región, su historia está siendo escrita por los hijos de migrantes, que dejando sus lugares de origen han llegado a engrandecer este pequeño espacio del país. A ellos les debemos, el shambar, por ejemplo, o la danza de los negros y esclavos que decoran gratamente las procesiones en fechas festivas. Así su plaza, entiendo que es el encuentro de varias culturas y formas locales de hacer las cosas, formas distintas de entender nuestras costumbres y tradiciones, formas de hacer grande nuestras historias y de impregnarlas en el desarrollo de nuestra ciudad.

Diez y quince de la noche, del jueves 21 de agosto de 2008, quien sabe cuantas veces volveré a caminar por esta Plaza de Armas. Lo que si sé, es que cada oportunidad que tenga de visitarla, traerá consigo una sensación distinta, propia de quienes tenemos la dicha de haberla heredado y sentirla nuestra.



2021
Por alguna razón, he dejado pasar 13 años para culminar esta historia. La de mis días donde salía a caminar y observar como transcurría la vida en mi ciudad. 
Acá estoy. Y he retomado esta tarea.

domingo, 8 de febrero de 2009

Sour Peruano

Sabor peruano
Las copas iban y venían en medio de música, fiesta y gente que se había congregado en el recinto que albergaba la fiesta de nuestra bebida elaborada con el gran y único Pisco con “P” de Perú. Mujeres y hombres encandilados por su mágico sabor, reunidos en el patio central de nuestra primera universidad republicana del Perú y América –suelen llamarle “la única”, quizá por sus “únicas autoridades” – la Nacional de Trujillo.
Así se daba inicio a la celebración del Día del Pisco Peruano, 800 personas para empezar, recibidas por el rector ¬¬ de la UNT, que este año fue la anfitriona de la fiesta, y por dos preciosas anfitrionas. En el lugar se respiraba sabor sazonado con una generosa cantidad de algarabía que llenaba los corazones de los gustosos asistentes, ansiosos por tener entre sus manos una copa de vida, una copa de Pisco Sour. Sentía pena y frustración al no poder probar este delicioso y bien peruano néctar de la felicidad, nuestro Pisco Sour. Mi paladar pobre e ignorante en el buen arte de la catadura, percibía lo cálido de su esencia, unas onzas del verdadero Pisco, limón, hielo, jarabe, clara de huevos, y al final unas gotitas de amargo de angostura son la combinación perfecta para deleitar el paladar del mas insípido. La gente reunida alrededor del Barman que lucía su coctelera y dos botellas por los aires, esperaba ansiosa la finalización del espectáculo para dar paso a la degustación del aperitivo. Así, fueron 4000 copas de Pisco Sour que, para la 1 de la tarde habían terminado de deleitar a cada uno de los asistentes, que también tuvieron la oportunidad de degustar nuestra comida, era increíblemente delicioso ver los platillos con papa a la huancaína, pato, ceviche, cuyes o tamalitos, definitivamente –repito– una deliciosa mezcla de sabores. Concuerdo con las palabras del presidente de la Cámara de Comercio de La Libertad, fue un total y rotundo éxito. Es fabuloso ver a la empresa privada puesta en pie en pro del beneficio y promoción de nuestra cultura. Así transcurrió el Día del Pisco Sour, con celebraciones de los peruanos en el mundo, acá en Trujillo y en cada rincón de mi país. Desde Lima el Feliz Día del Pisco Sour y Salud nacional se dio al medio día desde Palacio de Gobierno, al unísono. Salud!!!. Todos con sus copas levantadas, sonrientes, felices por cada gota llena de peruanidad que llevaban a sus bocas. Espero, de verdad lo espero, recuperar mi hígado y así en 2010 tener la agradable oportunidad de degustar la maravilla de nuestra bebida, convertida en patrimonio nacional y poder compartir, también, con todos los peruanos este delicioso día lleno de –como en otras fiestas– tradición. El Pisco es Peruano ¿Qué sean muchos más? Por su puesto. Salud!
Un poco de historia La propuesta para honrar al bien apreciado –pero no tanto como ahora– Pisco Sour nace hace 5 años a iniciativa del experto en cocina y política –cosa rara pero deliciosa de mezclar– señor Raúl Vargas desde su tribuna culinaria, La Divina Comida, que se transmite desde las ondas de Radio Programas del Perú. Y fue ejecutada por el gobierno del Dr. Alejandro Toledo. Nacido a principios de siglo XX, de manos de los bartenders Alfonso Bregoye, Graciano Cabrera y Alberto Mezarina, exactamente en los años 20, en un bar del Jirón de la Unión en Lima, el inmortal Bar Morris en la calle Boza 847. Declarado en octubre del 2007 patrimonio cultural de mi país, por el Instituto Nacional de Cultura, quedó establecida, como fecha de celebración, el primer sábado del mes de febrero. ¡! Dato: Durante la presidencia de Alejandro Toledo (2001-2006) se decretó que el Pisco Sour reemplace al vino y al vino espumante en los brindis y las celebraciones en el Palacio de Gobierno, ministerios, embajadas peruanas e instituciones estatales.

Una marinera tradición

A dos semanas de un pasacalle y fin fiesta
La felicidad abrumaba sus rostros, lo expresaban con una sonrisa avispada acompañada de un brillo en su mirada que atrajo la atención sincera y tierna de todos.
No ganaron en su categoría, pero se hicieron notar y sentir. Nunca supe sus nombres, sólo se me grabaron sus palabras “Mañana todos a ver la marinera, campeones” Si hay algo que resaltar del tan publicitado Concurso Nacional de Marinera, en este año 2009, fue la participación de personas especiales –doblemente especiales– no sólo por la ternura que irradian, sino, por las ganas y empeño que le ponen a las cosas. La Categoría de la Unidad se robó todo, aplausos, fotografías, aprecio, cariño, como dije; todo. Cosa impensable para la “Falsa pituquería trujillana” con “rancia y abolengo” –quizá mas rancia que otra cosa– que hasta hace algunos años discriminaba a las personas especiales. Pero… los tiempos cambian, la presión social los hizo acertar en esta ocasión. Así inició el preámbulo de la tradicional final de la fiesta de la marinera en mi tierra, Trujillo del Perú. Desde uno de los balcones del Hotel Libertador, se dejaba notar la presencia de un visitante ilustre, el españolísimamente peruano Mario Vargas Llosa, un par de políticos, toda la alta sociedad trujillana, gente de a pie, yo, y demás personas que presenciaron el vistoso corso que recorrió el jirón Independencia hasta llegar a nuestra Plaza Mayor, donde culminó. Así los asistentes, desde los mas pequeños, llorones y alegres, niñas que bailaban, heladeros que hacían su negocio, parejas, pitukos, jóvenes, ancianos, todos se mezclaban y pasaban revista a las delegaciones que iban haciendo su aparición, aplaudían al compás de las bandas, cada una, una marinera distinta para el deleite de hasta los mas insípidos con esta fiesta como yo. “Acompañemos con las palmas” decía una entusiasta señora, mayor ella que, destilaba esa esencia pura de quienes aman esta baile y lo siguen con devoción casi, casi religiosa y, como es de esperar en estos casos, contagiaba a la gente que fervorosa respondía con algarabía y emoción. En fin, este 2009 el jurado calificador se equivocó menos que el año pasado y dio como ganadores a los mejores y no a los “ganadores a dedo” como años anteriores. Para el gusto de todos mis lectores, una marinera risueña y zalamera con dulzura y espesura, sazonada y concentrada. Maniera bendición que en mi tierra es tradición.

domingo, 1 de febrero de 2009

El Juguetero


Flaviano González lleva casi 30 años dedicado al arte de hacer juguetes con madera. Hace Algún tiempo dejó de ejercer como ingeniero mecánico para convertirse en uno de los principales conservadores de un legado familiar que promete seguir vigente.

En las manos de Flaviano González la madera cobra vida. Como en un acto de magia, un trozo de árbol se transforma en lo que la imaginación de un niño desee. Camiones de carga, bailarinas patilargas, pájaros hiperactivos y cocodrilos verdes invaden su mesa de trabajo, esperando el toque final del maestro para que el corazón astillado empiece a latir. “Cuando tenía 5 años me gustaba ver a mi padre trabajar con la madera para luego vender sus productos en las ferias de Huancayo y Jauja. Me llamaba la atención cuánto le apasionaba esto”, recuerda Flaviano, hijo de Pablo González, célebre tallador y el máximo representante de una tradición familiar que comenzó una generación anterior a la suya.
“Tres años después me animé a aprender el oficio y, si bien al comienzo me demoraba bastante, el proceso de hacer mis propios juguetes era tan divertido como jugar con ellos. Mi favorito era un camión, al que hice una amplia tolva para poder llevar varias cosas en él”, dice acariciando con ternura una de sus creaciones recién terminadas.

Todo queda en familia
Molinos, un apacible distrito a las afueras de Jauja, fue el escenario ideal para que Flaviano desarrollara una relación cercana con la naturaleza. Las quebradas pobladas por árboles de todos los tamaños le ofrecían la materia prima para perfeccionarse en el tallado de la madera de aliso, ciprés y quinual, aprovechando sobre todo la forma de los troncos para darles mayor realismo a sus diseños. Poco a poco, el pequeño Flaviano fue haciéndose más diestro y, junto al resto del clan González, se convirtió en el receptor de la sabiduría del patriarca Pablo. “Mi padre nos enseñó todo lo que sabía. Era un hombre muy bueno y un maestro muy paciente”, dice el artesano.Hoy, sentado en su taller de San Juan de Miraflores, comparte las tareas con sus hermanos Maximiliano, Tomás y Félix, este último especializado en figuras mitológicas de gran formato. Además de ellos están sus tres hijos y, por si fuera poco, también sus sobrinos. “Toda mi familia es un gran equipo, formamos un cuerpo organizado, pero mi mano derecha es mi esposa. Ella es mi principal aliada y la que me apoya en todo”, admite el maestro y ensaya una sonrisa de satisfacción por balancear arte, familia y trabajo con el mismo equilibrio que tienen sus inquietos pajaritos de madera. Flaviano dice que pronto tendrá a su primer nieto y espera que continúe con su legado. “Si nosotros no hacemos esto, la tradición se perderá. Nuestra labor con la talla, desde el tiempo de mis abuelos, es el compromiso que tenemos con la sociedad”, asegura.

Juguetes en disputa

Una moto a pilas gira sobre sí misma. Sus movimientos son rápidos, incomprensibles, está fuera de control. Parece que se divierte más que el niño que acaba de recibirla en Navidad, el mismo que ahora la observa, sentado en el piso, esperando su oportunidad para participar en el juego. Con el tiempo los juguetes se han ido alejando del mundo íntimo infantil, volviéndose piezas de recambio que uno arroja a la basura cuando se malogran. “Esos juguetes no tienen corazón. Los míos sí, porque los hago con cariño, con mi tiempo y mis manos”, dice Flaviano y luego añade con preocupación que en la sierra el interés por el tallado está disminuyendo, ya sea por el ideal que se tiene de la cultura capitalina, o porque los padres no les enseñan a sus hijos el valor de las costumbres. Irónicamente, sucede lo contrario en Lima donde en los últimos años se ha aprendido a estimar el trabajo de Flaviano y del resto de personas dedicadas a este oficio, dándole la contra a un mercado infestado de juguetes fabricados en serie y basados en la contemplación pasiva de la tecnología. “Estoy tratando de rescatar los modelos que ya se han dejado de hacer, combinándolos con diseños contemporáneos, pero siempre manteniendo nuestro estilo”, dice.La lucha contra el plástico y los juegos de consola parece perdida, pero este artesano huancaíno no piensa darse por vencido. “Hay que comprometer a la juventud con sus raíces, eso es lo que se hace al enseñar este arte: que aprendan a sentir la madera, cómo cortarla, ponerle color y darle vida al juguete”, explica refiriéndose a los talleres que eventualmente dicta (como el que se iniciará en unas semanas en el Museo de la Cultura Peruana) y en los que enseña a los niños no sólo a construir sus propios juguetes, sino a amar la simpleza de aquella pieza única.

Combatiendo al olvido
Para González la talla no siempre es complicada sino que su grado de dificultad varía dependiendo del tamaño, los colores y el nivel de detalle que se busque alcanzar. “Algunos pueden tomarte menos de tres horas. Otros una semana. Lo que sí recomiendo es que primero se dibuje el diseño, se lleve a la práctica para ver si funciona y luego recién comenzar a darle color y pulido”, cuenta. “Trabajar con madera requiere de paciencia, imaginación y un compromiso con la naturaleza. Tres factores que muchas veces parecen perdidos en la sociedad. Ypor eso yo los llamo juguetes del olvido”, admite González, cercano a cumplir 30 años dedicados al tallado después de abandonar la profesión de Ingeniero Mecánico y mudarse a la capital. Sus planes a futuro son tener un lugar para exponer y vender sus trabajos, además de agenciarse un espacio donde mostrar cronológicamente la evolución de su arte, desde el primer hasta el último objeto que salió de sus manos. Mientras eso llega, este maestro huancaíno, calmado y amigable como sus juguetes, seguirá enseñando a las nuevas generaciones la importancia del tallado de madera y la conservación de las tradiciones en el Perú. Pero lo hará muy a su estilo, con dinamismo y amistad. Como jugando.
*Tomado del Domingo (11ene09)

domingo, 14 de diciembre de 2008

Yoani Sánchez, una "Cuba Libre"

Cuando en nombre de la libertad de prensa no hay un salud.



Es sabido por todas mis amistades que, mi preferencia política es abierta, emancipada y eso por la conciencia social libre que tengo –¡ojo! Libre, más no liberal– nunca me ha agradado la opresión, la censura ni la prisión que son víctima quienes dicen la verdad, esa verdad, la que menciona la Biblia cuando dice que nos hace libres.
Es una relación sencilla, verdad = libertad, aunque en algunos casos se torne amenazadora para intereses, por ejemplo, o conciencias que quieren ocultar algo. Vamos Florian, Jonel, Juancito y Miguel, no se rían, mi pensamiento a evolucionado –sé que mis amigos dicen lo contrario de mi–
Saldré de mi habitual forma de haber estado manejando mi blog para dar un salto a la “seriedad”.
Leyendo la versión on line de El Comercio encontré un insulto más a la libertad, no sólo de prensa, sino a la del ser humano.
En Cuba –que no es Libre– esa Cuba oscura y oculta para muchos de nosotros, Cuba de Fidel, o simplemente la Isla, se encuentra Yoani Sánchez, cubana, de 33 años, nacida en La Habana, ella es Blogger. No tendría nada extraño, sino fuera por la actitud en contra, hostil y perseguidora que ha tomado contra ella el gobierno de la isla.
En su blog "Generación Y" ella habla de Cuba, el Cuba que no conocemos, ella habla de la realidad que pasan. Conocedora de cerca del poco interés que tiene su gobierno por abrirse al conocimiento, ha iniciado una cruzada de apoyo a los Bloggers cubanos.
Galardonada con dos premios internacionales; entre ellos el Ortega y Gasset de Periodismo Digital, que otorga el prestigioso diario español El País, así mismo, el reconocimiento como el mejor Weblog por la alemana The Bobs, los cuales no pudo recoger por el impedimento de salida del país que le impuso el gobierno cubano.
Este ataque a la libertad de expresión se suma a los miles que tiene en su haber el gobierno de los Castro desde 1959. Depende de las nuevas generaciones y más aún de nosotros que sabemos utilizar esta tecnología de la información para defender desde nuestras “trincheras computacionales” los intereses bien paridos de información de las personas.
El ser humano nació libre y libre debe seguir, sin opresión ni represión, nosotros los que hemos sido formados para hacer saber y decir la verdad, debemos entregarnos y unirnos en esta cruzada en favor de los cubanos que desde su corazón claman libertad.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Es cuestión de fe

Según la Biblia (Heb. 11.11), la fe es; “la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”. Según mi relación con la fe, mi creencia es esa, tengo fe.
Hace una semana, ya cuando tenía en mente hacer esta historia para mi juguete nuevo –el blog– tuve en mis recuerdos la visita que hice a la ciudad de Huamachuco. En la esquina de nuestra Basílica Menor, osea, la Catedral (si es que no lo sabían, acá en Trujillo tenemos una Basílica) el sonido de unas tarolas con un bombo, que sonaba a techno –los de mi generación saben de que les hablo– me hizo caminar con rapidez. La comparsa de los negritos esclavos y gitanos, devotos de la imagen de la Virgen de la Puerta encabezaban su procesión.
Si bien es cierto, mi relato no tiene nada que ver con gitanos, gitanas o esclavos –sean blancos o negros– llamó mucho mi atención una frase de la canción de estos, “…nuestra fe nos trae hasta acá”
Octubre, la fe de millones de peruanos y miles de trujillanos crece, con una levadura muy espiritual, su esperanza. La fe para muchos de éstos se torna color morado.
Mes morado, milagro de octubre –aunque un escritor dijo alguna vez que en octubre no habían milagros– turrón, hábitos, pies descalzos, plegarias, más turrón… en fin. Podría decir, entonces, que hay varios tipos de fe, tipos o acaso, manifestaciones de gente con fe.

Turrón con Fe
“Lisbeth” es la marca del producto que lleva una fiel vendedora de este postre con fe, el turrón. Homenaje comestible que estómagos hambrientos de fe consumen año a año. Ese podría ser un milagro de octubre, por ejemplo –ese es mi caso, para mí el turrón es un milagro que se come una vez al año– que espero con mucha fe.
La fe de Esther se resume en lo siguiente; vender los turrones que oferta a pesar de los municipales, que no la dejan trabajar. Ella aduce que las ventas estuvieron bajas este año por que, según ella “la fe de don alcalde no es tan fuerte” ¿extraño no? No es casualidad que los trabajadores de la municipalidad hayan ofrecido dos homenajes, en menos de tres cuadras, extraña forma de fe.
Dice ser de las primeras que ofrecen esta agradable mixtura de sabores –repito, agradables si son bien combinadas – desde la quincena de septiembre.
“Pruebe joven, está fresquito, sin compromiso” dice al acercarme, y era cierto, dulce y suaveciiiiito –como los turrones San José, recuerdas el comercial con Don Ramon? – Quien es Lisbeth seño, le pregunto, y así empieza su historia.
Hace 9 años que Esther vende turrón en la procesión de la imagen del Señor de los Milagros, es dueña de uno de los 6 triciclos que aquella mañana acompañaban la imagen en su último recorrido.
Su fe la llevo a consagrar a su hija recién nacida. Con un mes de vida, acompaño por primera vez el recorrido de fe, su primer contacto con la fe. Lisbeth, ahora con 8 años, dueña de su fe y de una marca, sabe que la fe de su mamá es más grande que cualquier “don alcalde” –y no hago referencia a su talla, por siaca– y sus “ordenanzas desordenadas”, ella sabe que, como todos los años, finalizando el 31 de octubre no habrá más turrón que vender.
No sé la historia de los 5 vendedores restantes, pero supongo que su fe también ha de actuar de manera similar. De algo si estoy seguro, que todos están a la espera de llevarse la fe monetaria de los feligreses, creyentes, y no tan creyentes, hambrientos y cansados de la caminata, aunque con fe, también cansa.

Bodegas, restaurantes, ambulantes con Fe
En lo que voy de recorrido, tres cuadras, desde los Bomberos hasta la primera cuadra de la Av. Mansiche, un detalle salta a la vista, las tiendas, bodeguitas, restaurantes y ambulantes –creo que son mercantilistas en su naturaleza o ¿me equivoco?– visten algún motivo que identifique su fe, la tan mencionada fe en esta nota, quizá para reconfortar su alma amenazada por una SUNAT(*) sin fe.
Los dueños de varios de estos establecimientos tras rendir homenaje a la imagen muestran satisfacción “ahora nos irá mejor” comenta alegre la dueña de una tiendita. ¿Contenta señora?, le pregunto, sonriente me responde que si. Era la primera vez que su joven tiendita era protagonista de tal acontecimiento. “Tengo fe en que ahora mis ventas irán mejor” el Señor me ha visitado dice. De verdad nunca vi un rostro tan lleno de emoción.
En plena Av. Mansiche, un restaurant –cheery gratis, El Sombrero– también se apuntaba a los homenajes. Hay que cargar las baterías con fe, le digo a uno de sus trabajadores, de hecho, me responde, para que nos vaya mejor.

Hasta la noche
1.10 de la tarde, la batería de mi cámara me pasa una mala jugada, se terminó, se acabó –caballero– pero en 23 minutos de grabación mis ojos pudieron ver más muestras de fe que en cualquier otra ocasión. Esther es sólo una de ellas.

La fe descalza
Llegada la noche, previa papita rellena, alcancé a la congregación de fieles, fieles con “f” de fe, reunidos cerca de la Av. España, pasaje San Luis exactamente. Unas 2 mil personas. Sorprendido por la cantidad de personas, no por lo mucho, por el contrario, por lo poco. Recordaba cuando acompañaba a mi madre, ese mismo punto del recorrido, mucha más gente o en su defecto era pequeño –y flaquito– y todo veía grande.
La comparsa de negros esclavos, la misma que mencioné al inicio de mi relato, acompañaba la procesión. Su danza llena de fe, canción y tradición, puso a bailar a una niña alentada por su mamá; “así hijita para que Diosito te mire” y la niña obediente, danzaba.
Pasamos el edificio España o Servat, el Hign Da –chifa de rata– Janos y la gente sigue su recorrido de fe. Noto algunos ojos que me ven, y claro, no era una chica guapa ni mucho menos, tampoco es que le gustaba a la gente, eran las personas con las que hablé en la mañana, los jóvenes de la hermandad, el sacerdote que aparece en el video y un detalle, un niño, si el mismo del video que está comiendo su turrón, seguía en pie; un pequeño con una fe muy grande.
Una colchita rosada llama mi atención, una bebé era llevada por su padre en sus brazos, así como muchos casos, no tendría porque llamar mi atención, a no ser que éste vaya en short, polo manga cero y esté descalzo. Cuadra uno de Pizarro y veo este cuadro perfecto de fe, no me atreví a preguntarle porque hacia eso, su rostro tenía la respuesta correcta y perfecta, esa es fe, si que es fe.
Hubo dos personas más que alcancé a ver así, descalzas, y en particular una señora, anciana, 92 años, acompañada de sus dos hijas, hacía muestra de una fe madura. “Mi abuela fue de la hermandad” dice una de las hijas de la fiel anciana. Ella había sido consagrada cuando niña. De verdad me sorprendió ver a una mujer con esa edad, movida por una consagración, que quizá fue llena de fe, que la lleva a cumplir año a año el recorrido, siempre el último día de la procesión.
Son las 2 de la mañana del día 01 de noviembre, acaso de casualidad día de Todos los Santos, y con Alexis nos disponemos a irnos a nuestras casas. Yo, con una sensación saturada de fe –como dije entre el texto a mi forma– pensando en volver el próximo año a visitar nuevamente la fe de la gente, a encontrarme con Turrones Lisbeth, las comparsas de los Negros Esclavos, y mucha, mucha fe descalza.
Las gentes que hicieron su recorrido de fe, derrama sus lágrimas al ver la imagen de Cristo entrando al templo que lo albergará hasta el próximo octubre, lo despiden con aplausos, sonrisas, globos, muchos con fe, otros con su levadura ya hinchada, lista para empezar denuevo.
La fe; dicen que la fe mueve montañas –sinceramente, nunca escuché que se moviera alguna– pero si supe de montañas de experiencias y vidas que se movieron de un lado a otro e hicieron milagros en sus similares.
Conseguí chamba, postergaron el examen, llegue tarde y mi jefe no estaba… esa es la fe popular, el estar misio y encontrarte 5 “luquitas” esa es la fe de la gente de a pie, el salir a la calle misio y recibir esa bendición del cielo.
La imagen del Santo Moreno, como le llaman, se va a sus aposentos hasta el próximo año, donde quizá la gente, llena de fe, busque nuevamente de su recorrido, ir tras sus pasos de bendición, a resucitar sueños olvidados en los corazones de sus fieles dispuestos a recargar su fe.
(*) Super Intendencia Nacional de Administración Tributaria
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viernes, 24 de octubre de 2008

Jugando en el museo

Un rincón de nuestra señorial ciudad alberga una máquina del tiempo, ¿te sorprende? ¿Si?, ¿No?, fácilmente dirías que estoy loco o que alucino o peor aún, que me quedé traumado luego de escribir acerca de los autos a escala, pero no es así.
Ese rincón existe. Es un lugar lleno de niñez, llanto caprichoso y huele a recuerdos antiguos –Miguelito, “huele a recuerdos” –, quizá olvidados en algún espacio de nuestro cerebro.
El Museo del Juguete abrió sus puertas para mostrar el proceso evolutivo del mundo lúdico, o mejor dicho; en peruano, la historia de los juguetes o visto de otro ángulo, nos muestra el arte quizá mas antiguo: el arte de jugar.
“Este lugar de ensueño, ubicado en el segundo piso del Espacio Cultural Angelmira, tiene en su interior juguetes de todo el mundo y de todas las épocas, desde la prehispánica hasta la posguerra del siglo XX, testimonian el alma de los hombres que los crearon de adultos y que, alguna vez, imaginaron cuando niños”, nos dice el creador del video adjunto a este artículo, que por cierto hasta ahora no he podido saber quien es, por lo que pido las disculpas del caso –en realidad tengo que hacerlo, por los derechos reservados, pero bueno–
El Museo del Juguete es regentado y patrocinado por el afamado artísta plástico nacional Gerardo Chávez, quien tras restaurar por 4 largos años lo que era una casona vieja y sucia, así como las que defiende el I.N.C., logró levantar el mas llamativo de los museos en nuestra ciudad.
Al subir sus escaleras, con un poco de temor pues parecían apolilladas, logré llegar hasta la puerta de madera, adornada con una tela de blonda, parecida a la ventana del cuarto de una niña, una amable señora me recibió. Apolilladas dije?, claro, pero ahora entiendo, ese crujir de la madera empezó a llevarme a través del tiempo a mi niñez, recordaba el piso de madera regado con petróleo de la casa de mi abuela.
Con los sentidos pasmados y los ojos llenos de aventura, recorrí sus cuatro ambientes, en silencio, la alegría niña, me dejó sin voz. Una casa de muñecas, un caballito, una sala de costura, un triciclo de esos antiguos, carritos, aviones y demás accesorios que, acompañados de aquella imaginación que nos hacia hablar solitos, eran la combinación perfecta para aquellas tardes interminables de felicidad que pasábamos cuando éramos pequeños.
Es verdaderamente sorprendente encontrar los juguetes que nunca tuviste de niño, siendo un adulto, por ejemplo, quedé prendado de la colección de soldaditos de plomo, que no precisamente habían salido de un cuento, sino eran de verdad. Ordenaditos, como si fueran a la batalla por liberar nuestro sueños de niños. Ejemplares de las antiguas milicias inglesas, francesas y peruanas, con sus rifles, cañones y hasta un hospital de campaña de la época, con enfermera incluida.

Pero definitivamente el que se llevó el show fue el infaltable trencito, una réplica de exacta, a escala –sólo para recordar la palabra escala – funciona con un motor eléctrico que mueve todo, desde el vagón principal, la maquinaria de vapor, el molino de agua y de paso tus emociones.
Trato de dejar de emocionarme, pero es cierto, todos llevamos un niño dentro, ese niño que no se quedó olvidado llegados los 11 o 12 años, sino que está con nosotros, seas hombre o mujer.
Te invito a disfrutar de este espacio, visítalo, saldrás renovado, feliz, por experiencia lo digo, verás que mientras juegas a ser niño otra vez, la ropa te quedará grande, buscarás algún caramelo y te olvidarás que eres adulto.
Una vez mas, si deseas ver mas fotos del museo, visita:

Si buscas, encuentras!!!